viernes, 29 de noviembre de 2013

LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DÍAS (JULIO VERNE) SARA URREJOLA (1º B DE LA ESO)



Despedimos la semana con una nueva reseña firmada por nuestros iuniores, los más jóvenes. En esta ocasión su autora es Sara Urrejola de 1º B de la ESO y nos alegra que haya elegido un clásico de Julio Verne, así que…¡gracias, Sara! y vosotros, amigos, leed, leed…
                                  
El libro que me he leído se titula La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne. Entre las páginas de este libro se esconde una bonita y entretenida historia sobre un hombre llamado Phileas Fogg (el protagonista) y su criado Picaporte (el personaje secundario). El libro cuenta sus aventuras, sus hazañas, los sucesos inesperados… Los viajes relatados me han encantado porque, aunque en algunos tramos son un poco aburridos, la mayoría del libro es muy interesante. Contiene 299 páginas. Lo recomendaría a cualquiera sin pensármelo. Me parece uno de estos libros que, cada vez que lo lees, te cuenta una aventura. Al principio cuando por casualidad este libro cayó en mis manos, pensaba que era demasiado largo, pero, en cuanto empiezas a leer, ya no puedes parar. Aunque es un libro muy antiguo, no es nada aburrido.

jueves, 21 de noviembre de 2013

75 CONSEJOS PARA SOBREVIVIR EN EL COLEGIO (MARÍA FRISA)



Nuestros benjamines de 1º de la ESO parecen haberle cogido el gusto a esto de la crítica literaria y, bajo la dirección de Israel, han dedicado las últimas horas de MAE a encendidos debates sobre sus lecturas. Desde aquí, por supuesto, aplaudimos encantados y os invitamos a todos a disfrutar de la frescura y entusiasmo de algunos de ellos. Os dejamos, para empezar, con la recomendación de Rebeca, de 1º A de la ESO, que con notable estoicismo (leed, si no me creéis, su rotunda afirmación “así es la vida a los 12 años”) nos sugiere un título sobre cómo sobrevivir al colegio. Ejem, ejem...
 ¡A seguir así, chicos!
                                               

El libro se titula 75 consejos para sobrevivir en el colegio de María Frisa. Este libro me lo regaló una amiga. El libro contiene muchos dibujos que hacen la lectura más entretenida y también tiene unas pegatinas al final del libro. Este tiene 232 páginas, como veis, no es muy largo, es fácil de leer, te engancha y muchas cosas más. La lectura cuenta que la protagonista, Sara, lo pasa muy mal en el colegio por su compañera Rebeca que se cree la reina del mundo y eso le da muchos problemas. La hermana de Sara, Raquel, se queja de todo y también le hace la vida imposible. Tiene una vida dura, pero la afronta sin dificultades. Así es la vida a los 12 años. Prueba a leerlo y encontrarás otras muchas aventuras de las que vive la protagonista.
                                                                          Rebeca Ezquerra Cano (1º A de la ESO)

lunes, 4 de noviembre de 2013

FANÁTICOS EN SERIE (II): BREAKING BAD (JORGE EROSTARBE, 2º B ESO)



Para inaugurar el mes de noviembre nos envía Jorge Erostarbe, de 2º de la ESO, una magnífica reseña de Breaking Bad, tan exhaustiva como lúcida y entusiasta, demostrando que el arte, cuando es bueno, es apto para cualquier edad –o casi-. Quien desde aquí os escribe se confiesa, como él, devota seguidora de las idas y venidas de Walter y Jessie y os recomienda encarecidamente que hagáis caso a Jorge y veáis, veáis...


Decir que Breaking Bad es una de las mejores ficciones televisivas de los últimos 20 años no es exagerar absolutamente nada. Adéntrate con nosotros en esta sorprendente serie que, desgraciadamente, ya ha finalizado su andadura con la emisión de "Felina" el último episodio de la quinta temporada.
Vince Gilligan, principal responsable de esta serie, ha creado -probablemente sin darse cuenta de hasta dónde iba a llegar- una de las mejor series jamás vistas.
Nos narra la historia de un hombre, llamado Walter White, que está a punto de tirar la toalla por las dificultades que le pone la vida, después de haber hecho una vida impecable repleta de bondades y cuidándose al máximo.
¿Qué ocurre si de repente os digo que a este pobre hombre le diagnostican un cáncer de pulmón inoperable y le avisan de que le quedan dos años de vida? ¿Y si os digo que tiene una mujer recién embarazada y un hijo discapacitado al que sobreprotege? Bueno, pues así empieza Breaking Bad, que narra la historia de este pobre cordero que necesita conseguir dinero antes de que llegue su hora para así poder mantener a su familia mientras él no esté.
Tras estar cegado por el agobio, acompaña a su cuñado, trabajador de la “DEA” (Drug Enforcement Administration, traducido, Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas) a una especie de encerrona a una casa en la cual se supone que están cocinando metanfetaminas y, efectivamente, allí estaba un hombre llamado Emilio, cocinando en su laboratorio.
Cuando Walter se queda solo, ve cómo sale por el tejado un ex alumno suyo, Jessie Pinkman, desde la habitación de una chica en sujetador, acompañado todo esto de una bonita melodía llamada “Tamacun”, que perfecciona con hábil maestría ese momento que desencadenará la serie de principio a fin.
O esos geniales momentos de acción de cada capítulo acompañado de una canción mezcla de hip-hop y rock alternativo llamado “Apocalypshit” de Molotov.
O esas escenas tan buenas acompañadas de esa canción estilo reggae llamada “The In-Crowd”
O esa preciosa canción que reúne con maestría ese impresionante final del primer episodio llamada “Out Of Time Man”, dejándonos claro que no estamos ante una serie corriente, sino ante un viaje del que nunca querremos acabar.
Todo esto se lo debemos a Dave Porter, el compositor sin el cual esta majestuosa serie no habría sido lo mismo.
Qué buenos recuerdos os llevaréis, si os aventuráis a empezar esta serie de la mano de Walter y de Jessie, dos nombres que difícilmente saldrán de vuestro subconsciente. No quiero seguir contándoos más cosas de ese primer capítulo ya que lo pasaréis mucho mejor si lo veis vosotros mismos.
El reparto nos deja boquiabiertos con las impresionantes actuaciones de los protagonistas, que nos harán saltar las lágrimas en algunos momentos, pues esta serie no es un camino todo de rositas, tendrá momentos muy duros que los más sensibles tendréis que pasar con el paquete de pañuelos encima de vosotros.
Una de las cosas que más gustan de la serie es cómo, poco a poco, al paso de los capítulos ambos protagonistas evolucionan haciéndonos ver en su capítulo final -por lo que he oído, yo no la he acabado- lo que realmente la vida es, y enseñándonos que las cosas no siempre son como queremos. Según dicen, uno de los mejores finales de la historia de la televisión.
Al igual que la serie, es hora de que me despida, ya que esto va a ocupar demasiado y robar protagonismo a las terroríficas historias de Halloween de los alumnos de 4º de la E.S.O. Y, ya de paso, aprovecho; compradles bombones,  por favor, que se merecen ese viaje de estudios. ;)

miércoles, 30 de octubre de 2013

IT IS HALLOWEEN TIME AGAIN! (III): “CALLE ALICE HACKNEY, Nº 13” (Andrea San Vicente)



A poco más de un día para la noche más terrorífica del año... (¡Ja, ja, ja, ja...!), nos llega la tercera entrega de relatos destinados a ponernos la piel de gallina, inscrita en esta ocasión en ese subgénero tan de moda entre nuestros adolescentes, ¡el de los vampiros! Viene firmada por Andrea San Vicente, también de 4º de la ESO, a la que desde aquí, por supuesto, le damos efusivamente las gracias: Gratias plurimas, Andrea!
                                              
Quizá lo que os voy a contar os parezca ficción pero es verdad. Es verdad porque yo los vi. Eran tal y como los describen en los libros. Él me llamó la atención especialmente cuando lo vi la primera vez. Había algo extraño en su mirada, intimidante pero a la vez atrayente.
Todo comenzó en el instituto de Montrose, un pueblucho de Pensilvania. Estábamos a mitad de curso cuando un chico nuevo llamado John Lemacks se incorporó a las clases. ¡Era tan guapo! Por suerte, en mi clase solo había otras dos chicas y no muy agraciadas, así que yo tenía ventaja. En el recreo encontré por fin la ocasión perfecta y me senté junto a él. Fue entonces cuando le miré a los ojos y… sentía como si me estuviera perforando con la mirada. Me quedé callada. Él fue quien rompió un silencio incómodo:
-          Encantado de conocerte, Brandy.
En ese momento no pude evitarlo, me sonrojé.
-          ¿Cómo es que sabes mi nombre? –le pregunté.
-          Muy sencillo -y soltó una breve carcajada-. En la lista de clase aparece tu número, tu nombre y la mesa que ocupas en clase.
Sonreí mientras miraba hacia la ventana. Entonces me propuso:
-          Si quieres, quedamos esta tarde y me vas poniendo al día sobre los deberes.
-          Claro –afirmé con una amplia sonrisa. Pero… ¿Adónde voy?
-          Vivo en la calle Alice Hackney nº 13. ¿Quedamos a las siete?
-          Ahí estaré.
¿Por qué me sonaba tanto esa calle y ese número en particular? Se me estaba haciendo eterna la tarde. Solo quedaba una hora para las siete. ¿Sentía algo por ese chico? ¡Pero si no sabía nada de él! Decidí salir pues estaba impaciente y pensé que me vendría bien un paseo. Ya era de noche, así que avisé a mis padres de que me iba y cogí un abrigo.
Llegué a su casa. Ya sabía por qué me sonaba tanto. Cuando era pequeña mi abuela me contaba historias sobre ella. Decía que había vivido allí una familia de vampiros formada por los padres y su hijo, quienes un buen día, sintiéndose en peligro, habían huido hacia Europa.
Toqué el timbre un poco asustada. De repente, se abrieron las puertas lentamente con un molesto chirrido. Quise darme la vuelta y regresar a casa porque tenía malas vibraciones. Y entonces:
-          ¡Brandy! –gritó John-. ¡Ya has llegado!
-          Sí –contesté con voz temblorosa-.
Aparecieron entonces los padres, tan atractivos como él, altos, delgados, rubios y extremadamente pálidos.
-          Hola, Brandy –saludó la madre-. Bienvenida. ¿Te gusta nuestra casa?
-          Sí, parece enorme –respondí.
Entonces John sugirió:
-          ¿Te quieres quedar a cenar? Mis padres son unos excelentes cocineros.
-          Pues… Tengo que preguntárselo primero a mis padres.
No pude contactar con mis padres. De todos modos, tenía ya decidido aceptar la invitación. Les envié un mensaje para que no se preocupasen. John me enseñó su casa. Era oscura y fría, y de estilo gótico. Pregunté por los servicios.
-          Todo recto y a mano derecha –me indicó.
De camino me pareció ver una sombra, como si tuviese a alguien o algo detrás de mí. Me giré pero no vi nada. Solo eran imaginaciones mías.
Llegué al baño. Al salir, vi una ventana que se abría y cerraba golpeteada por el viento. La cerré e inesperadamente se abrió una trampilla bajo mis pies. Intenté agarrarme a algo para evitar la caída sin éxito.
Me encontré de pronto, desorientada, en un lugar desconocido y sentí miedo.  Entonces pude distinguir un ataúd. Todo era demasiado extraño. Empecé a darle vueltas a las historias que me contaba mi abuela sobre la casa y la familia de vampiros. ¡No podía ser! ¡Los vampiros solo existían en los relatos de terror!
Se escuchó de pronto un grito y, completamente aterrorizada, me eché a correr, sin reparar en la viga que tenía delante. Me golpeé y caí inconsciente. Al despertar, yacía sobre una mesa de piedra atada de pies y manos. Intenté imaginarme que todo era un sueño. Sin embargo, aquello era real. Sin querer, grité:
-          ¡No existen! ¡Los vampiros no existen!
A continuación, aparecieron dos sombras de la nada. ¡No podía ser! ¡Eran los padres de John! Se acercaron y me susurraron al oído:
-          Tú eres nuestra cena –entre risas.
No sé cómo mantuve la calma pero entonces recordé las palabras de mi abuela: “La única manera de matar a un vampiro es rozando su piel con una cruz”. Mi abuela era extremadamente creyente y de pequeña me obligaba a llevar una cruz colgada del cuello porque decía que así siempre estaría a salvo. Tras su muerte no me la volví a quitar.
Cuando parecía que se habían ido aproveché para esconderme tras una columna llena de telarañas. Esperé pacientemente hasta que se oyeron unas voces. Supe que eran ellos porque reconocí las sonoras pisadas del señor Lemacks. Cuando apareció ante mis ojos, me abalancé sobre él por sorpresa. Con la cruz en la mano, se la coloqué sobre la frente y este empezó a consumirse. No me dio tiempo ni a darme la vuelta cuando la señora Lemacks apareció detrás de mí, me empujó y la cruz cayó al suelo. Pensé entonces que todo estaba perdido. Forcejeamos en el suelo cuando noté de pronto un ligero pinchazo en el hombro derecho. Sin pensarlo dos veces, la empujé y tuve el tiempo justo para recoger el colgante. Cuando se lanzó sobre mí de nuevo para morderme con sus brillantes colmillos, coloqué la cruz sobre su pecho y, acto seguido, la Sra. Lemacks se desvaneció inmediatamente.
No estando dispuesta a quedarme un solo segundo más en esa espeluznante casa, subí por unas escaleras sin idea de a dónde daban. Llegué a la biblioteca de la casa pero permanecí alerta pues no había visto a John desde hacía rato. Miré hacia un lado y hacia el otro. Visualicé la puerta y corrí hacia ella. John había desaparecido.
Regresé sin dejar de correr hacia mi casa intentando asimilar lo vivido. Escuché entonces una voz: “Buena jugada”. Eran las palabras de mi abuela. ¡No podía ser! Había fallecido hacía un año. Le agradecí en mis pensamientos toda la ayuda que me había prestado y sentí su mano cálida tocándome la frente.  

lunes, 28 de octubre de 2013

IT IS HALLOWEEN TIME AGAIN! (II): "ESTO NO ES UN SUEÑO” (JULEN MARROQUÍN)



Nuestros maliciosos alumnos de 4º de la ESO siguen con la intención de hacernos pasar un mal rato con cuentos de miedo escritos por ellos mismos e inspirados por la proximidad de Halloween. La muestra que aquí os dejo hoy viene firmada por Julen Marroquín y en ella el miedo deja paso sucesivamente al desasosiego, desconcierto, alivio y en una vuelta de tuerca final muy del género, al terror… así que leed, leed. Leed y temblad.
                                   

"ESTO NO ES UN SUEÑO” 
(JULEN MARROQUÍN)
Medianoche. Estaba tumbado en el sofá bajo una manta de terciopelo azul y me disponía a ver una película. Mientras Freddy Krueger decapitaba a un joven, los ojos se me iban cerrando lentamente y mi cabeza se balanceaba de lado a lado como el péndulo de un reloj. De repente, un fuerte ruido que provenía del piso de arriba me despertó. Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón se me aceleró. Me levanté cansado. No paraba de bostezar y mis pasos eran lentos y torpes. Al abrir la puerta del salón sentí un frío que hizo que empezara a tiritar. En el portal olía a humedad y el suelo estaba pegajoso y resbaladizo. Quería irme a la cama pero para saciar el hambre entré antes en la cocina a coger unas galletas. Vi que la placa estaba encendida y el grifo, abierto. ¿Cómo? No lo entendía. Estaba solo en casa. ¿Quizás había venido mi madre y no la había visto?
Subí corriendo por las escaleras con una sonrisa en la cara y muchas ganas de verla. Las escaleras de roble crujían según iba subiendo cada escalón. Al abrir la puerta del pasillo me fijé en que estaba encendida la luz del cuarto de mi madre. Antes de entrar oí su voz aguda. Sin embargo, no entendía bien qué decía y no paraba de reírse de una forma terrorífica. Grité su nombre. La voz se calló y la luz se apagó de repente. Asustado, repetí su nombre. De nuevo no obtuve respuesta. Intenté encender el interruptor sin éxito y bajé corriendo al cuadro de la luz saltando por encima de una silla y una encimera que se encontraban en el pasillo. Cuando por fin conseguí encender los fusibles se iluminó la casa.
El miedo dio paso poco a poco al enfado. Cogí entonces el bate de béisbol del paragüero y subí con ganas de enfrentarme a aquella persona. Sin embargo, según subía por las escaleras la fuerza y la rabia se iban disipando y el miedo empezó apoderarse de mí al encender la luz del pasillo. Ante mí se encontraba una niña de pelo largo y ojos oscuros, vestida con una bata blanca y con heridas superficiales en la cara que me miraba fijamente. No podía apartar mi mirada de sus ojos. Me quedé paralizado y el bate se me fue resbalando de la mano hasta caer al suelo. Después de esto, la niña comenzó a acercarse a mí y la casa quedó otra vez a oscuras. Noté entonces una mano gélida en el hombro mientras una voz dulce me susurraba al oído: “Esto no es sueño”.
Desperté bañado en un sudor frío. Me había quedado dormido en el sofá. ¡Qué alivio! Ahora sí que me iría definitivamente a la cama. En el pasillo, vi que la luz de la habitación de mi madre no estaba encendida. Sonreí aliviado. Di el primer paso hacia mi cuarto cuando la luz se apagó repentinamente. Una mano fría me tocó el hombro y alguien me susurró: “Esto no es un sueño”.