Nuestros maliciosos alumnos de 4º
de la ESO siguen con la intención de hacernos pasar un mal rato con cuentos de
miedo escritos por ellos mismos e inspirados por la proximidad de Halloween. La
muestra que aquí os dejo hoy viene firmada por Julen Marroquín y en ella el
miedo deja paso sucesivamente al desasosiego, desconcierto, alivio y en una
vuelta de tuerca final muy del género, al terror… así que leed, leed. Leed y
temblad.
"ESTO NO ES UN SUEÑO”
(JULEN MARROQUÍN)
Medianoche.
Estaba tumbado en el sofá bajo una manta de terciopelo azul y me disponía a ver
una película. Mientras Freddy Krueger decapitaba a un joven, los ojos se me
iban cerrando lentamente y mi cabeza se balanceaba de lado a lado como el
péndulo de un reloj. De repente, un fuerte ruido que provenía del piso de
arriba me despertó. Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón se me
aceleró. Me levanté cansado. No paraba de bostezar y mis pasos eran lentos y
torpes. Al abrir la puerta del salón sentí un frío que hizo que empezara a
tiritar. En el portal olía a humedad y el suelo estaba pegajoso y resbaladizo.
Quería irme a la cama pero para saciar el hambre entré antes en la cocina a
coger unas galletas. Vi que la placa estaba encendida y el grifo, abierto.
¿Cómo? No lo entendía. Estaba solo en casa. ¿Quizás había venido mi madre y no
la había visto?
Subí corriendo por las escaleras
con una sonrisa en la cara y muchas ganas de verla. Las escaleras de roble
crujían según iba subiendo cada escalón. Al abrir la puerta del pasillo me fijé
en que estaba encendida la luz del cuarto de mi madre. Antes de entrar oí su
voz aguda. Sin embargo, no entendía bien qué decía y no paraba de reírse de una
forma terrorífica. Grité su nombre. La voz se calló y la luz se apagó de
repente. Asustado, repetí su nombre. De nuevo no obtuve respuesta. Intenté
encender el interruptor sin éxito y bajé corriendo al cuadro de la luz saltando
por encima de una silla y una encimera que se encontraban en el pasillo. Cuando
por fin conseguí encender los fusibles se iluminó la casa.
El miedo dio paso poco a poco al
enfado. Cogí entonces el bate de béisbol del paragüero y subí con ganas de
enfrentarme a aquella persona. Sin embargo, según subía por las escaleras la
fuerza y la rabia se iban disipando y el miedo empezó apoderarse de mí al
encender la luz del pasillo. Ante mí se encontraba una niña de pelo largo y
ojos oscuros, vestida con una bata blanca y con heridas superficiales en la
cara que me miraba fijamente. No podía apartar mi mirada de sus ojos. Me quedé
paralizado y el bate se me fue resbalando de la mano hasta caer al suelo.
Después de esto, la niña comenzó a acercarse a mí y la casa quedó otra vez a
oscuras. Noté entonces una mano gélida en el hombro mientras una voz dulce me
susurraba al oído: “Esto no es sueño”.
Desperté bañado en un sudor frío.
Me había quedado dormido en el sofá. ¡Qué alivio! Ahora sí que me iría
definitivamente a la cama. En el pasillo, vi que la luz de la habitación de mi
madre no estaba encendida. Sonreí aliviado. Di el primer paso hacia mi cuarto
cuando la luz se apagó repentinamente. Una mano fría me tocó el hombro y
alguien me susurró: “Esto no es un sueño”.
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