miércoles, 30 de octubre de 2013

IT IS HALLOWEEN TIME AGAIN! (III): “CALLE ALICE HACKNEY, Nº 13” (Andrea San Vicente)



A poco más de un día para la noche más terrorífica del año... (¡Ja, ja, ja, ja...!), nos llega la tercera entrega de relatos destinados a ponernos la piel de gallina, inscrita en esta ocasión en ese subgénero tan de moda entre nuestros adolescentes, ¡el de los vampiros! Viene firmada por Andrea San Vicente, también de 4º de la ESO, a la que desde aquí, por supuesto, le damos efusivamente las gracias: Gratias plurimas, Andrea!
                                              
Quizá lo que os voy a contar os parezca ficción pero es verdad. Es verdad porque yo los vi. Eran tal y como los describen en los libros. Él me llamó la atención especialmente cuando lo vi la primera vez. Había algo extraño en su mirada, intimidante pero a la vez atrayente.
Todo comenzó en el instituto de Montrose, un pueblucho de Pensilvania. Estábamos a mitad de curso cuando un chico nuevo llamado John Lemacks se incorporó a las clases. ¡Era tan guapo! Por suerte, en mi clase solo había otras dos chicas y no muy agraciadas, así que yo tenía ventaja. En el recreo encontré por fin la ocasión perfecta y me senté junto a él. Fue entonces cuando le miré a los ojos y… sentía como si me estuviera perforando con la mirada. Me quedé callada. Él fue quien rompió un silencio incómodo:
-          Encantado de conocerte, Brandy.
En ese momento no pude evitarlo, me sonrojé.
-          ¿Cómo es que sabes mi nombre? –le pregunté.
-          Muy sencillo -y soltó una breve carcajada-. En la lista de clase aparece tu número, tu nombre y la mesa que ocupas en clase.
Sonreí mientras miraba hacia la ventana. Entonces me propuso:
-          Si quieres, quedamos esta tarde y me vas poniendo al día sobre los deberes.
-          Claro –afirmé con una amplia sonrisa. Pero… ¿Adónde voy?
-          Vivo en la calle Alice Hackney nº 13. ¿Quedamos a las siete?
-          Ahí estaré.
¿Por qué me sonaba tanto esa calle y ese número en particular? Se me estaba haciendo eterna la tarde. Solo quedaba una hora para las siete. ¿Sentía algo por ese chico? ¡Pero si no sabía nada de él! Decidí salir pues estaba impaciente y pensé que me vendría bien un paseo. Ya era de noche, así que avisé a mis padres de que me iba y cogí un abrigo.
Llegué a su casa. Ya sabía por qué me sonaba tanto. Cuando era pequeña mi abuela me contaba historias sobre ella. Decía que había vivido allí una familia de vampiros formada por los padres y su hijo, quienes un buen día, sintiéndose en peligro, habían huido hacia Europa.
Toqué el timbre un poco asustada. De repente, se abrieron las puertas lentamente con un molesto chirrido. Quise darme la vuelta y regresar a casa porque tenía malas vibraciones. Y entonces:
-          ¡Brandy! –gritó John-. ¡Ya has llegado!
-          Sí –contesté con voz temblorosa-.
Aparecieron entonces los padres, tan atractivos como él, altos, delgados, rubios y extremadamente pálidos.
-          Hola, Brandy –saludó la madre-. Bienvenida. ¿Te gusta nuestra casa?
-          Sí, parece enorme –respondí.
Entonces John sugirió:
-          ¿Te quieres quedar a cenar? Mis padres son unos excelentes cocineros.
-          Pues… Tengo que preguntárselo primero a mis padres.
No pude contactar con mis padres. De todos modos, tenía ya decidido aceptar la invitación. Les envié un mensaje para que no se preocupasen. John me enseñó su casa. Era oscura y fría, y de estilo gótico. Pregunté por los servicios.
-          Todo recto y a mano derecha –me indicó.
De camino me pareció ver una sombra, como si tuviese a alguien o algo detrás de mí. Me giré pero no vi nada. Solo eran imaginaciones mías.
Llegué al baño. Al salir, vi una ventana que se abría y cerraba golpeteada por el viento. La cerré e inesperadamente se abrió una trampilla bajo mis pies. Intenté agarrarme a algo para evitar la caída sin éxito.
Me encontré de pronto, desorientada, en un lugar desconocido y sentí miedo.  Entonces pude distinguir un ataúd. Todo era demasiado extraño. Empecé a darle vueltas a las historias que me contaba mi abuela sobre la casa y la familia de vampiros. ¡No podía ser! ¡Los vampiros solo existían en los relatos de terror!
Se escuchó de pronto un grito y, completamente aterrorizada, me eché a correr, sin reparar en la viga que tenía delante. Me golpeé y caí inconsciente. Al despertar, yacía sobre una mesa de piedra atada de pies y manos. Intenté imaginarme que todo era un sueño. Sin embargo, aquello era real. Sin querer, grité:
-          ¡No existen! ¡Los vampiros no existen!
A continuación, aparecieron dos sombras de la nada. ¡No podía ser! ¡Eran los padres de John! Se acercaron y me susurraron al oído:
-          Tú eres nuestra cena –entre risas.
No sé cómo mantuve la calma pero entonces recordé las palabras de mi abuela: “La única manera de matar a un vampiro es rozando su piel con una cruz”. Mi abuela era extremadamente creyente y de pequeña me obligaba a llevar una cruz colgada del cuello porque decía que así siempre estaría a salvo. Tras su muerte no me la volví a quitar.
Cuando parecía que se habían ido aproveché para esconderme tras una columna llena de telarañas. Esperé pacientemente hasta que se oyeron unas voces. Supe que eran ellos porque reconocí las sonoras pisadas del señor Lemacks. Cuando apareció ante mis ojos, me abalancé sobre él por sorpresa. Con la cruz en la mano, se la coloqué sobre la frente y este empezó a consumirse. No me dio tiempo ni a darme la vuelta cuando la señora Lemacks apareció detrás de mí, me empujó y la cruz cayó al suelo. Pensé entonces que todo estaba perdido. Forcejeamos en el suelo cuando noté de pronto un ligero pinchazo en el hombro derecho. Sin pensarlo dos veces, la empujé y tuve el tiempo justo para recoger el colgante. Cuando se lanzó sobre mí de nuevo para morderme con sus brillantes colmillos, coloqué la cruz sobre su pecho y, acto seguido, la Sra. Lemacks se desvaneció inmediatamente.
No estando dispuesta a quedarme un solo segundo más en esa espeluznante casa, subí por unas escaleras sin idea de a dónde daban. Llegué a la biblioteca de la casa pero permanecí alerta pues no había visto a John desde hacía rato. Miré hacia un lado y hacia el otro. Visualicé la puerta y corrí hacia ella. John había desaparecido.
Regresé sin dejar de correr hacia mi casa intentando asimilar lo vivido. Escuché entonces una voz: “Buena jugada”. Eran las palabras de mi abuela. ¡No podía ser! Había fallecido hacía un año. Le agradecí en mis pensamientos toda la ayuda que me había prestado y sentí su mano cálida tocándome la frente.  

lunes, 28 de octubre de 2013

IT IS HALLOWEEN TIME AGAIN! (II): "ESTO NO ES UN SUEÑO” (JULEN MARROQUÍN)



Nuestros maliciosos alumnos de 4º de la ESO siguen con la intención de hacernos pasar un mal rato con cuentos de miedo escritos por ellos mismos e inspirados por la proximidad de Halloween. La muestra que aquí os dejo hoy viene firmada por Julen Marroquín y en ella el miedo deja paso sucesivamente al desasosiego, desconcierto, alivio y en una vuelta de tuerca final muy del género, al terror… así que leed, leed. Leed y temblad.
                                   

"ESTO NO ES UN SUEÑO” 
(JULEN MARROQUÍN)
Medianoche. Estaba tumbado en el sofá bajo una manta de terciopelo azul y me disponía a ver una película. Mientras Freddy Krueger decapitaba a un joven, los ojos se me iban cerrando lentamente y mi cabeza se balanceaba de lado a lado como el péndulo de un reloj. De repente, un fuerte ruido que provenía del piso de arriba me despertó. Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón se me aceleró. Me levanté cansado. No paraba de bostezar y mis pasos eran lentos y torpes. Al abrir la puerta del salón sentí un frío que hizo que empezara a tiritar. En el portal olía a humedad y el suelo estaba pegajoso y resbaladizo. Quería irme a la cama pero para saciar el hambre entré antes en la cocina a coger unas galletas. Vi que la placa estaba encendida y el grifo, abierto. ¿Cómo? No lo entendía. Estaba solo en casa. ¿Quizás había venido mi madre y no la había visto?
Subí corriendo por las escaleras con una sonrisa en la cara y muchas ganas de verla. Las escaleras de roble crujían según iba subiendo cada escalón. Al abrir la puerta del pasillo me fijé en que estaba encendida la luz del cuarto de mi madre. Antes de entrar oí su voz aguda. Sin embargo, no entendía bien qué decía y no paraba de reírse de una forma terrorífica. Grité su nombre. La voz se calló y la luz se apagó de repente. Asustado, repetí su nombre. De nuevo no obtuve respuesta. Intenté encender el interruptor sin éxito y bajé corriendo al cuadro de la luz saltando por encima de una silla y una encimera que se encontraban en el pasillo. Cuando por fin conseguí encender los fusibles se iluminó la casa.
El miedo dio paso poco a poco al enfado. Cogí entonces el bate de béisbol del paragüero y subí con ganas de enfrentarme a aquella persona. Sin embargo, según subía por las escaleras la fuerza y la rabia se iban disipando y el miedo empezó apoderarse de mí al encender la luz del pasillo. Ante mí se encontraba una niña de pelo largo y ojos oscuros, vestida con una bata blanca y con heridas superficiales en la cara que me miraba fijamente. No podía apartar mi mirada de sus ojos. Me quedé paralizado y el bate se me fue resbalando de la mano hasta caer al suelo. Después de esto, la niña comenzó a acercarse a mí y la casa quedó otra vez a oscuras. Noté entonces una mano gélida en el hombro mientras una voz dulce me susurraba al oído: “Esto no es sueño”.
Desperté bañado en un sudor frío. Me había quedado dormido en el sofá. ¡Qué alivio! Ahora sí que me iría definitivamente a la cama. En el pasillo, vi que la luz de la habitación de mi madre no estaba encendida. Sonreí aliviado. Di el primer paso hacia mi cuarto cuando la luz se apagó repentinamente. Una mano fría me tocó el hombro y alguien me susurró: “Esto no es un sueño”.

miércoles, 23 de octubre de 2013

IT IS HALLOWEEN TIME AGAIN! (I): "POR FAVOR, NO LO HAGAS" (BORJA FAYOS)



¡Estudiantes! ¡Compañeros! ¡Miedosos todos del IES Dr. Sancho de Matienzo! Aunque las temperaturas de estos días invitan más a recuperar las sandalias y, si me apuráis, el bañador, es tiempo de castañas y vendavales y, a poco más de una semana del Día de Difuntos, es tiempo, cómo no, de leer relatos de terror a la luz de las velas y al abrigo de una buena manta.
Conscientes de ello, nuestros estudiantes de 4º de la ESO se han puesto manos a la obra y han dedicado parte de su tiempo a realizar sus propias contribuciones al género en que, tiempo ha, destacaron, entre otros, Edgar Allan Poe, R. L. Stevenson o, por qué no, el muy nuestro Gustavo Adolfo Bécquer con su El Monte de las Ánimas. María, su profesora de Lengua, nos envía una selección y nosotros, cómo no, estamos encantados de dejaros con el primero de ellos, firmado por un viejo conocido de este lugar, Borja Fayos.
                                              
“POR FAVOR, NO LO HAGAS”
(Borja Fayos)
Acababan de empezar las vacaciones de verano en el instituto de Buttockville y los alumnos salían del viejo edificio en dirección a sus casas como si este estuviera a punto de derribarse.
Mario era un chico muy tímido de cuarto de secundaria que solía pasar las tardes con sus dos mejores amigos, Sandra y Raúl. Los tres eran bastante solitarios, siempre iban ellos solos y no les gustaba el contacto con los demás. Los primeros días de vacaciones solían reunirse bajo el roble centenario del patio de la casa de Sandra y se contaban historias de miedo. De hecho, era una de las cosas por las que estaban tan unidos: los tres amaban los cuentos de terror.
Una tarde, Sandra sorprendió a sus dos amigos con un viejo libro que había encontrado en un antiguo baúl del ático de la casa de sus abuelos. En la tapa del polvoriento volumen estaban escritas las palabras “Por favor, no lo hagas”, que despertaron su curiosidad. Quizás sería la ocasión de descubrir una nueva historia de terror. Raúl, que era el mayor y el más sensato, manifestó enseguida sus dudas sobre el libro. ¿Cuál sería el misterio que esconderían sus páginas?
Su asombro no pudo ser mayor cuando, al abrirlo, descubrieron que lo único que contenía era un mapa que marcaba el camino hacia un edificio situado en el bosque de las afueras del pueblo, acompañado por una frase de advertencia: “¿Estás seguro de lo que haces?”. No daban crédito a lo que veían. No era una historia de terror escrita sino el mapa que les permitiría vivir una. Se miraron indecisos.
De pronto, Sandra lanzó al aire una propuesta alocada:
-          ¿Y si intentamos llegar hasta allí?
-          ¿Tú estás loca? –exclamó Raúl, sorprendido por las palabras de su amiga.
-          A mí me parece una buena idea –sugirió Mario-. Vamos, Raúl, será divertido.
Como de costumbre, tardaron poco en convencerle de ir al bosque y la noche siguiente, con unas linternas y un poco de comida, se lanzaron de cabeza a esa arriesgada aventura.
Eran las doce y media cuando llegaron al punto exacto que indicaba el mapa. Se trataba de la antigua guardería, por la que hacía diez años que no habían vuelto a pasar y que llevaba abandonada desde que en ella se había producido un terrible incendio causado por unos gamberros y en el cual habían muerto calcinados todos los niños y profesores. Nunca se había vuelto a hablar de ese edificio desde aquel año y se contaba que aun vagaban por sus pasillos las almas de los niños muertos durante la tragedia, que esperaban el momento para vengarse de lo sucedido. Sin embargo, ahora Mario y sus amigos estaban allí, frente a unas ruinas malditas en medio de un bosque a las afueras de la ciudad, como en sus historias de terror preferidas.
Pronto se decidieron a entrar, aunque excitados por saber qué se encontrarían dentro. El primer susto de la noche llegó enseguida, cuando vieron sobre un viejo pupitre una lámpara encendida. Los tres amigos sintieron un escalofrío pero en el fondo para eso habían llegado hasta allí y ni siquiera se plantearon regresar. El miedo les invadió definitivamente cuando escucharon una voz infantil a lo lejos que les animaba a huir de la guardería. En ese momento, comenzaron a dudar si seguía siendo una buena idea permanecer en el antiguo edificio. Sandra, muerta de miedo, dijo a sus compañeros que quería marcharse pero ahora eran ellos los que querían seguir adelante para comprobar cómo acabaría la historia.
Caminaron por el pasillo principal dejando atrás sillas y mesas quemadas, y pintadas en las paredes ennegrecidas por el humo. Las voces se escuchaban cada vez más cerca pero siguieron adelante. Al final de un interminable y oscuro pasillo llegaron a una puerta que llevaba a la clase en la que todo había ocurrido. Cuando abrieron la puerta, sintieron un escalofrío al ver una sombra tras la mesa del profesor, de donde surgía un coro de risas esta vez. Estaban paralizados por el pánico sin saber qué hacer pero era demasiado tarde. De pronto, la puerta se cerró dejando el aula a oscuras. Se vio entonces cómo un leve destello partía de la mesa del profesor y las voces se empezaron a oír cada vez más cercanas. 


sábado, 5 de octubre de 2013

FANÁTICOS EN SERIE (I)



¡Compañeros y amigos, lectores, gente toda del Sancho de Matienzo! Para aquellos escépticos y pesimistas que creían que no íbamos a dar más señales de vida Bajo el Diente del Ahorcado y para los pocos que no habían perdido la esperanza y aguardaban impacientes nuestro retorno... ¡Estamos de vuelta! El curso pasado disfrutamos de la creatividad y laboriosidad de nuestros letraheridos de 2º de la ESO, de las tramas histórico-medievales leídas por los alumnos de MAE y de un par de escalofriantes relatos de terror de dos chavales de 4º que nos pusieron la carne de gallina en el frío y tenebroso noviembre...

Queremos más. Inauguramos, pues, nueva sección, dedicada a la forma narrativa más en boga durante los últimos tiempos: la ficción televisiva. Y es que, igual que en el s. XIX los lectores esperaban ansiosos las nuevas entregas de los folletines de Alejandro Dumas o Charles Dickens, nosotros nos mordemos las uñas aguardando la entrega semanal de Homeland, Érase una vez, Spartacus, Juego de tronos o, por supuesto, Glee, a la que mis clasicistas en ciernes de 1º de Bachillerato dedican buena parte de su tiempo libre y del que deberían dedicar a las declinaciones, ejem, ejem...

Así pues contadnos, contadnos qué serie os tiene pegados a la televisión o el ordenador y por qué. Desde aquí nos declaramos fervientes seguidores de unas cuantas y os hablaremos de vez en cuando de historias de islas que se mueven, de policías de métodos poco convencionales, inmortales detectives de papel reubicados en el s. XXI, violentos traficantes de droga en las esquinas de Baltimore, familias disfuncionales que regentan una funeraria o, ahora que desde la administración nos piden que os enseñemos “cultura emprendedora”, moribundos profesores de química que fabrican metanfetamina...

Comenzamos de nuevo.