¿OSCARS? ¿AHORA?
Para ser sincero, como tiendo a hacer cada vez que en este rincón me presento, no fue hace poco tiempo cuando nuestra célebre visitante y habitual participante del lugar, Cecilia -¿Cecilia? Caecilia!- me envió su reseña sobre Spotlight, el peliculón que se llevó el Oscar de este año, derribando todas, o casi todas, las apuestas del personal.
Este hecho resulta un golpe de suerte para mi tardanza, pues parece que supiese con antelación el veredicto de la academia, y que me hubiese tomado mi tiempo para lanzar la reseña de la película que todo el mundo conoce a estas alturas.
Sin más dilación, ¡que comience el espectáculo!
P.S: Que conste que ya me leí el "castigo" de la ya nombrada, y que en breve será aquí expuesta la correspondiente reseña, eso sí, después de una entrada más que especial para los estudiantes que por aquí se pasean habitualmente. ¡Aguardad, mis compañeros, tan solo un poco!
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SPOTLIGHT
(TOM
MCCARTHY)
Os dije una vez en una
fiesta de fin de curso que hubo un tiempo en que quise ser abogada. Fue ver Algunos hombres buenos (1992) de Rob
Reiner o El informe pelícano (1993)
de Alan Pakula y comenzar a imaginarme en el pellejo de Daniel Kaffee y Darby
Shaw poniendo en jaque al mismísimo ejército de los EEUU o a grandes
corporaciones petrolíferas. Hace unos años quise también ser periodista,
mientras veía a Robert Redford y Dustin Hoffmann patearse las calles de
Washington para sacar a la luz el caso Watergate en Todos los hombres del presidente (1976) del citado Pakula. Sí, el
buen cine inspira y suscita la identificación y la emulación. Tal ha sido el
efecto de Spotlight, que mucho le
debe, por cierto, a Todos los hombres del...:
su tono sobrio, su escala de grises, su guion in crescendo de la casi
morosidad inicial a las carreras de Mike Rezendes (un Mark Ruffalo un tanto
sobreactuado) para leer, al fin, en el Juzgado, unos documentos sepultados
hasta entonces por obra y gracia de las altas jerarquías eclesiásticas.
Spotlight, que
toma su nombre del equipo de periodistas de investigación del Boston Globe,
desarrolla la historia real de cómo un grupo de periodistas escarbaron en una
columna de opinión sobre el caso Geoghan, un sacerdote acusado de abusos a
menores, y llegaron a destapar una trama de pederastia y encubrimiento de nivel
nacional -e internacional- que hizo tambalearse los cimientos de la iglesia
católica. Y lo hace, pese a la monstruosidad de los delitos, con distancia y elegancia,
situando el foco más en las víctimas que en los culpables y, sobre todo, más en
el cómo del hallazgo que en el hallazgo en sí. Spotlight, en efecto, es una lección de ética y de estética que
debería proyectarse desde ya en todas las escuelas de periodismo que en el
mundo son. Le falta, puede ser, un poco de emoción y su tema es un tanto
delicado para llevarse el Oscar, pero de entre todas las nominadas es, hasta
ahora, la que más me ha gustado, así que no perdáis la ocasión, mis jóvenes
amigos, y corred al cine a ver Spotlight,
aunque Andrea Fernández os diga lo contrario.
Cecilia
Blanco Pascual
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