lunes, 14 de marzo de 2016

¿OSCARS? ¿AHORA?




¿OSCARS? ¿AHORA?

Para ser sincero, como tiendo a hacer cada vez que en este rincón me presento, no fue hace poco tiempo cuando nuestra célebre visitante y habitual participante del lugar, Cecilia -¿Cecilia? Caecilia!- me envió su reseña sobre Spotlight, el peliculón que se llevó el Oscar de este año, derribando todas, o casi todas, las apuestas del personal. 
Este hecho resulta un golpe de suerte para mi tardanza, pues parece que supiese con antelación el veredicto de la academia, y que me hubiese tomado mi tiempo para lanzar la reseña de la película que todo el mundo conoce a estas alturas.
Sin más dilación, ¡que comience el espectáculo!

P.S: Que conste que ya me leí el "castigo" de la ya nombrada, y que en breve será aquí expuesta la correspondiente reseña, eso sí, después de una entrada más que especial para los estudiantes que por aquí se pasean habitualmente. ¡Aguardad, mis compañeros, tan solo un poco!


________________________________________


SPOTLIGHT
(TOM MCCARTHY)

Os dije una vez en una fiesta de fin de curso que hubo un tiempo en que quise ser abogada. Fue ver Algunos hombres buenos (1992) de Rob Reiner o El informe pelícano (1993) de Alan Pakula y comenzar a imaginarme en el pellejo de Daniel Kaffee y Darby Shaw poniendo en jaque al mismísimo ejército de los EEUU o a grandes corporaciones petrolíferas. Hace unos años quise también ser periodista, mientras veía a Robert Redford y Dustin Hoffmann patearse las calles de Washington para sacar a la luz el caso Watergate en Todos los hombres del presidente (1976) del citado Pakula. Sí, el buen cine inspira y suscita la identificación y la emulación. Tal ha sido el efecto de Spotlight, que mucho le debe, por cierto, a Todos los hombres del...: su tono sobrio, su escala de grises, su guion in crescendo de la casi morosidad inicial a las carreras de Mike Rezendes (un Mark Ruffalo un tanto sobreactuado) para leer, al fin, en el Juzgado, unos documentos sepultados hasta entonces por obra y gracia de las altas jerarquías eclesiásticas.

Spotlight, que toma su nombre del equipo de periodistas de investigación del Boston Globe, desarrolla la historia real de cómo un grupo de periodistas escarbaron en una columna de opinión sobre el caso Geoghan, un sacerdote acusado de abusos a menores, y llegaron a destapar una trama de pederastia y encubrimiento de nivel nacional -e internacional- que hizo tambalearse los cimientos de la iglesia católica. Y lo hace, pese a la monstruosidad de los delitos, con distancia y elegancia, situando el foco más en las víctimas que en los culpables y, sobre todo, más en el cómo del hallazgo que en el hallazgo en sí. Spotlight, en efecto, es una lección de ética y de estética que debería proyectarse desde ya en todas las escuelas de periodismo que en el mundo son. Le falta, puede ser, un poco de emoción y su tema es un tanto delicado para llevarse el Oscar, pero de entre todas las nominadas es, hasta ahora, la que más me ha gustado, así que no perdáis la ocasión, mis jóvenes amigos, y corred al cine a ver Spotlight, aunque Andrea Fernández os diga lo contrario.

Cecilia Blanco Pascual

No hay comentarios: