Señoras y señores, profesores, estudiantes, amigos todos del
Doctor Sancho de Matienzo, aprovechamos una tarde que vuelve a amenazar
tormenta para comenzar a publicar los relatos premiados en nuestro certamen. Y
el tiempo resulta de lo más adecuado porque, quizá por las palabras que debían
aparecer obligatoriamente en ellos (claustrofobia, escalera, energúmeno,
tensión), casi todos los autores optaron por el género de terror. El relato que
aquí os dejamos hoy para inaugurar esta serie lleva el título de “Hecho
inolvidable” y la firma de Ane Revillas Martín, de 1º A de la ESO, y ha
obtenido el 2º premio en la categoría A, para alumnos de 1º y 2º de la ESO.
¡Enhorabuena, Ane!
“HECHO INOLVIDABLE”
(Ane Revillas Martín,
1º A ESO)
El gran día de Halloween ya había
llegado, mis amigas y yo nos disfrazamos de ángeles negros y fuimos a pedir
golosinas por el barrio. Hice una apuesta con Ainhoa, y como perdí tuve que
entrar al piso más antiguo del barrio para pedir golosinas (a mí me dio igual porque pensaba que allí ya
no vivía gente).
En el piso número 3 salió un
mendigo de la nada gritando como un energúmeno, él decía: “¡Nunca más vuelvas a
entrar aquí!”.
Bajé lo más rápido que pude por
la escalera y al llegar de nuevo a la calle mis amigas no estaban. No le di
importancia, seguramente se habían ido corriendo porque habrían oído los gritos
de aquel mendigo.
Me fui a casa bastante asustada
porque no me podía quitar sus gritos de la cabeza, al fin llegué.
Mis padres todavía no habían
llegado, “estarán con sus amigos celebrando Halloween, que es la fiesta
favorita de mi madre”. Decidí irme a dormir, quería acabar con ese día tan
extraño e irritante de una vez. Mis padres llegaron justo a tiempo para darme
las buenas noches.
Eran las 03:00 de la madrugada, me levanté a beber
agua, pero cuando estaba cruzando el pasillo vi al mendigo entrando por la
puerta de mi casa, yo no sabía cómo reaccionar, en cuanto él me vio corrió
hacia mí, después me dijo muy seriamente: “Tengo algo muy importante que
enseñarte”.
Me agarró del brazo y me llevó
otra vez al piso de antes.
Era un piso extremadamente
pequeño, tanto que me daba claustrofobia.
Estaba muy nerviosa, no tenía ni
idea de lo que ese señor era capaz de hacerme.
Tenía muchísimos libros, robados
supongo, estaba ojeando uno y él me gritó, (como de costumbre) que no tocara
absolutamente nada, me dijo que estaba cuidando los libros para cuando
aprendiese a leer. De repente me dijo:
“Hija, ven, corre”. Yo le
respondí: “¿Hija?”
En ese momento él abrió un álbum
de fotos, estaba lleno de polvo, como si nadie lo hubiese utilizado hace meses.
Sacó una foto de carnet de una niña.
“Lo sabía, es igual que tú” me dijo con una
voz sensible. La verdad, parecíamos gemelas. Le pregunté: “La verdad es que sí.
¿Quién es?” Y él se puso a llorar.
Me dijo que era su hija. “¿Era?”
Le pregunté. Me dijo que sí también me dijo que murió de una enfermedad con 15
años, pero como era un mendigo no podía permitirse pagar todos los medicamentos
para salvarla de su neumonía.
Toda esa sensación me causó mal
cuerpo, sabía que me estaba subiendo la tensión.
Me voy a casa, le dije. Él
llorando me preguntó: “¿No te das cuenta? Esto es una señal para que estemos
juntos como padre e hija, sois iguales, os llamáis igual, y en su último
Halloween ella fue disfrazada igual que tú.
Yo salí corriendo de aquel piso
hacia mi casa. Entré, se lo conté todo a mis padres y ellos me dijeron: “Hija,
no te preocupes, todos saben que os parecéis, pero no eres su hija”. –“Eso no
es lo que me preocupa, es que quiere que seamos padre e hija”.
No podía dormir, me escapé para
ver la tumba de su hija “Gloria García” pero yo me apellidaba Pérez, la
desenterré, la abrí y no había nada. Me puse a llorar desconsoladamente, de
repente el mendigo y mi padre me tocaron la espalda, el mendigo me dijo:
“Déjalo” y cuando se estaba yendo mi padre le dijo: “Tranquilo, nosotros te
ayudaremos con tus problemas” y desde ese día le llevábamos comida, ropa,
mantas… Además, yo le ayudé a aprender a leer todos los libros que poseía.
FIN
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