miércoles, 13 de mayo de 2015

CERTAMEN DE RELATOS DEL IES DOCTOR SANCHO DE MATIENZO (III)



Por si andáis escasos de lectura, os dejamos aquí un nuevo relato del certamen. Se titula “El árbol”, su autora es Maitane Vivanco, de 4º de la ESO, y ha obtenido el segundo puesto en la categoría B, para alumnos de 3º y 4º de la ESO. De hecho, es la única premiada en esta categoría, cuyo primer puesto hemos decidido dejar desierto.
La cosa sigue sucediendo de noche y se añaden en esta ocasión despertares repentinos, secuestros y locos de pesadilla, además de una narración en primera persona que lo hace todo más vívido. ¡Enhorabuena, Maitane! 

“EL ÁRBOL”
(Maitane Vivanco,  4º ESO)
Aquella noche del sábado me desperté sobresaltado por la insistente voz que intentaba despertarme en mitad de aquella oscuridad infinita. ¿Quién demonios era? Nada más abrir los ojos pude comprobar cómo una cara cubierta de mechones rubios me observaba con atenta mirada. ¿Anna? Oh dios mío no podía haber elegido un peor momento; mi habitación estaba hecha un desastre y aún tenía algunos restos de comida del día anterior. A ella pareció no importarle, ya que rápidamente me levantó de la cama y me dijo que me vistiera. Hacía un frío tremendo;  a pesar de estar en pleno otoño no había abandonado la costumbre de dormir en bóxers. Adormilado me vestí rápidamente con unos vaqueros rotos por la rodilla y una sudadera blanca, me puse mis adoradas converse y la seguí por la ventana. Tuvo que pasar un buen rato hasta que me diera cuenta de que no le había preguntado qué demonios estaba haciendo sacándome de la cama un sábado a las 3 de la mañana, entre el sueño y el cansancio lo había olvidado por completo. De modo que la paré algo extrañado y le formulé la obviada pregunta.
Anna es mi vecina desde que yo tenía 8 años; no es que pasáramos demasiado tiempo juntos especialmente. Ella era la popular del instituto y yo alguien que pasaba desapercibido, por lo que la idea de estar junto a ella no me disgustaba del todo; era alta, rubia y con unos ojos azules impresionantes. La verdad es que nunca la había visto con un chico, pero dado su espíritu aventurero y la facilidad que tiene en meterse en líos no me extraña en absoluto.
Cuando la paré y le pregunté el motivo de esta escapada furtiva, me cogió de la mano y tiró de mí hasta ocultarme bajo una escalera de emergencias del edificio contiguo. Al parecer alguien estaba secuestrando niñas por el barrio, y resulta que esa noche pudo contemplar con sus propios ojos cómo se llevaban a una de ellas. ¿Y por qué precisamente recurre  a mí? Me aclaró que la única persona a la que podía recurrir era yo, Alan, y por ello le pareció divertido asaltar mi habitación en aquel momento. Se me hizo extraño preguntarle qué es lo que estaba haciendo a esas horas, pero la respuesta pareció ser obvia: estaba en una de las fiestas que los populares suelen organizar los fines de semana y de vuelta a casa lo vio todo. Antes de venir a buscarme había seguido la furgoneta hasta el bosque, donde sorprendentemente nos encontrábamos ahora. Maldita sea ¡estoy atontado! Necesito despejarme, de modo que voy a una pequeña fuente cercana a mí y meto la cabeza por completo, dejando que el chorro me refresque al instante. Conseguido, parece  que algo he espabilado. Cuando me dice que tenemos que entrar en aquel bosque lleno de enormes árboles y extraños animales todos mis músculos se ponen en tensión. Creo que ella lo nota, por lo que viene directa hacia mí y me calma con un abrazo. Podría estar así toda la noche, pero vuelvo a la realidad cuando se aparta y me da una linterna que saca de su enorme bolso granate. ¿Qué demonios hacen para tener tantas cosas en ellos? Es un misterio que aún no logro comprender. Decido que si ella va a entrar no la voy a dejar sola, así que la sigo lentamente y con algo de temor. Sinceramente me recuerda a Viernes 13, pero dadas las circunstancias me quito rápidamente ese pensamiento de la cabeza. Espero paciente a que atraviese un pequeño puente de madera que nos separa de la abundante agua que parece tener vida por el reflejo que la luna le aporta y después con cuidado cruzo yo. A medida que nos vamos acercando podemos distinguir la silueta de una gruesa puerta de hierro incrustada en la corteza de un árbol. En mis 21 años que llevo aquí juro no haberla visto nunca. Vale, tampoco vengo mucho por aquí, pero cuando tenía 10 años vine con mi padre a buscar setas, y puedo asegurar que esa puerta no estaba. Anna se gira para comprobar que la sigo y me indica con un leve gesto que tiene intención de entrar. ¿De verdad me está pidiendo que entre por una puerta que en mi vida había visto y no sabiendo si detrás de ella me puedo encontrar con un asesino que nos haga pedazos? Hago ademán de darme la vuelta, pero ella me agarra por el brazo. Me da una serie de argumentos en susurros que apenas oigo y parecen convencerme, porque involuntariamente me doy la vuelta, me acerco a la puerta y giro el pomo para abrirla. Mierda, la linterna se queda sin pilas y pronto la oscuridad se adueña de nosotros. Le voy a decir que no es buena idea, ya que ese espacio me da bastante respeto y más aún  cuando está a oscuras, cuando me tiende otra linterna exactamente igual. Mujeres. Alumbro con cautela el  interior del tronco y compruebo que hay unas escaleras que conducen al interior. Bajo peldaño a peldaño, intentando hacer el menor ruido posible, pero me resulta bastante difícil teniendo en cuenta la cantidad de telarañas que me voy comiendo. Al cabo de aproximadamente cinco minutos, nos encontramos con otra puerta exactamente igual a la principal. Giro el pomo y reprimo una náusea cuando un olor a carne podrida se introduce en mi nariz. Me pongo la mano en la boca y me giro para ayudar a Anna, que inevitablemente se había puesto a devolver. No me había parado a mirar la habitación, cuando me doy cuenta de que está llena de ganchos con carne y cuerpos envueltos en plásticos. Reprimo un grito cuando me fijo en un hombre que al final de la habitación se distrae pegando hachazos a algo que tiene forma de cabeza. Mis náuseas cada vez son más insistentes, pero se me olvidan por completo cuando oigo un golpe seco que retumba en la habitación. No, no, no. Estaba tan concentrado en la escena que me había olvidado por completo de Anna. ¿Cómo no acordarme de su claustrofobia? Aquel espacio era realmente pequeño, apenas entraba de pie y maniobraba con dificultad. Pero al que casi se le para el corazón es a mí, al descubrir que desgraciadamente no era el único que lo había oído. Esa enorme masa de carne con guantes y máscara manchados de sangre se acercaba a mí a gran velocidad. Sin pensármelo dos veces cojo a Anna y la arrastro como puedo por aquellas escaleras, cierro la puerta principal, la cargo en un hombro y empiezo a correr. Menos mal que mis entrenamientos de atletismo han servido para algo, pero debo delirar, cuando ese hombre aparece delante de mí y hace que caiga con un golpe seco.
¿Qué demonios ha pasado? Me duele terriblemente la cabeza, me va a estallar. Abro lentamente los ojos, cuando compruebo que estoy en el suelo de la habitación y me incorporo sobresaltado cuando alguien con una voz familiar entra dando gritos como un energúmeno. ¿Papá? Pero… Ah qué alivio ¿Se trataba de un sueño? Qué idiota, parecía real ¿De verdad me he caído de la cama? Evito reírme. Me había olvidado por completo que hace mucho tiempo que no iba a buscar setas al bosque con mi padre, por lo que habíamos decidido ir hoy, y al parecer llego tarde. Al salir de casa compruebo que una alegre Anna me saluda desde su ventana, y también que una furgoneta bastante siniestra cruza la calle a gran velocidad. Al llegar al bosque compruebo aliviado que la puerta, como yo creía, no existe, hecho que hace que me ría.
Han pasado varias horas, ya es de noche y la luna amenaza en lo alto. Cruzo el viejo puente de madera, y al volverme creo ver una enorme puerta de hierro en la corteza de un árbol.

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