Por si andáis escasos de lectura, os dejamos aquí un nuevo
relato del certamen. Se titula “El árbol”, su autora es Maitane Vivanco, de 4º
de la ESO, y ha obtenido el segundo puesto en la categoría B, para alumnos de
3º y 4º de la ESO. De hecho, es la única premiada en esta categoría, cuyo
primer puesto hemos decidido dejar desierto.
La cosa sigue sucediendo de noche y se añaden en esta
ocasión despertares repentinos, secuestros y locos de pesadilla, además de una
narración en primera persona que lo hace todo más vívido. ¡Enhorabuena,
Maitane!
“EL ÁRBOL”
(Maitane
Vivanco, 4º ESO)
Aquella noche del sábado me desperté sobresaltado por la
insistente voz que intentaba despertarme en mitad de aquella oscuridad
infinita. ¿Quién demonios era? Nada más abrir los ojos pude comprobar cómo una
cara cubierta de mechones rubios me observaba con atenta mirada. ¿Anna? Oh dios
mío no podía haber elegido un peor momento; mi habitación estaba hecha un
desastre y aún tenía algunos restos de comida del día anterior. A ella pareció
no importarle, ya que rápidamente me levantó de la cama y me dijo que me
vistiera. Hacía un frío tremendo; a
pesar de estar en pleno otoño no había abandonado la costumbre de dormir en
bóxers. Adormilado me vestí rápidamente con unos vaqueros rotos por la rodilla
y una sudadera blanca, me puse mis adoradas converse y la seguí por la ventana.
Tuvo que pasar un buen rato hasta que me diera cuenta de que no le había
preguntado qué demonios estaba haciendo sacándome de la cama un sábado a las 3
de la mañana, entre el sueño y el cansancio lo había olvidado por completo. De
modo que la paré algo extrañado y le formulé la obviada pregunta.
Anna es mi vecina desde que yo tenía 8 años; no es que
pasáramos demasiado tiempo juntos especialmente. Ella era la popular del
instituto y yo alguien que pasaba desapercibido, por lo que la idea de estar
junto a ella no me disgustaba del todo; era alta, rubia y con unos ojos azules
impresionantes. La verdad es que nunca la había visto con un chico, pero dado
su espíritu aventurero y la facilidad que tiene en meterse en líos no me
extraña en absoluto.
Cuando la paré y le pregunté el motivo de esta escapada
furtiva, me cogió de la mano y tiró de mí hasta ocultarme bajo una escalera de
emergencias del edificio contiguo. Al parecer alguien estaba secuestrando niñas
por el barrio, y resulta que esa noche pudo contemplar con sus propios ojos
cómo se llevaban a una de ellas. ¿Y por qué precisamente recurre a mí? Me aclaró que la única persona a la que
podía recurrir era yo, Alan, y por ello le pareció divertido asaltar mi
habitación en aquel momento. Se me hizo extraño preguntarle qué es lo que
estaba haciendo a esas horas, pero la respuesta pareció ser obvia: estaba en
una de las fiestas que los populares suelen organizar los fines de semana y de
vuelta a casa lo vio todo. Antes de venir a buscarme había seguido la furgoneta
hasta el bosque, donde sorprendentemente nos encontrábamos ahora. Maldita sea
¡estoy atontado! Necesito despejarme, de modo que voy a una pequeña fuente
cercana a mí y meto la cabeza por completo, dejando que el chorro me refresque
al instante. Conseguido, parece que algo
he espabilado. Cuando me dice que tenemos que entrar en aquel bosque lleno de
enormes árboles y extraños animales todos mis músculos se ponen en tensión.
Creo que ella lo nota, por lo que viene directa hacia mí y me calma con un
abrazo. Podría estar así toda la noche, pero vuelvo a la realidad cuando se
aparta y me da una linterna que saca de su enorme bolso granate. ¿Qué demonios
hacen para tener tantas cosas en ellos? Es un misterio que aún no logro
comprender. Decido que si ella va a entrar no la voy a dejar sola, así que la
sigo lentamente y con algo de temor. Sinceramente me recuerda a Viernes 13,
pero dadas las circunstancias me quito rápidamente ese pensamiento de la
cabeza. Espero paciente a que atraviese un pequeño puente de madera que nos
separa de la abundante agua que parece tener vida por el reflejo que la luna le
aporta y después con cuidado cruzo yo. A medida que nos vamos acercando podemos
distinguir la silueta de una gruesa puerta de hierro incrustada en la corteza
de un árbol. En mis 21 años que llevo aquí juro no haberla visto nunca. Vale,
tampoco vengo mucho por aquí, pero cuando tenía 10 años vine con mi padre a
buscar setas, y puedo asegurar que esa puerta no estaba. Anna se gira para
comprobar que la sigo y me indica con un leve gesto que tiene intención de
entrar. ¿De verdad me está pidiendo que entre por una puerta que en mi vida
había visto y no sabiendo si detrás de ella me puedo encontrar con un asesino
que nos haga pedazos? Hago ademán de darme la vuelta, pero ella me agarra por
el brazo. Me da una serie de argumentos en susurros que apenas oigo y parecen
convencerme, porque involuntariamente me doy la vuelta, me acerco a la puerta y
giro el pomo para abrirla. Mierda, la linterna se queda sin pilas y pronto la
oscuridad se adueña de nosotros. Le voy a decir que no es buena idea, ya que ese
espacio me da bastante respeto y más aún
cuando está a oscuras, cuando me tiende otra linterna exactamente igual.
Mujeres. Alumbro con cautela el interior
del tronco y compruebo que hay unas escaleras que conducen al interior. Bajo
peldaño a peldaño, intentando hacer el menor ruido posible, pero me resulta
bastante difícil teniendo en cuenta la cantidad de telarañas que me voy
comiendo. Al cabo de aproximadamente cinco minutos, nos encontramos con otra
puerta exactamente igual a la principal. Giro el pomo y reprimo una náusea
cuando un olor a carne podrida se introduce en mi nariz. Me pongo la mano en la
boca y me giro para ayudar a Anna, que inevitablemente se había puesto a
devolver. No me había parado a mirar la habitación, cuando me doy cuenta de que
está llena de ganchos con carne y cuerpos envueltos en plásticos. Reprimo un
grito cuando me fijo en un hombre que al final de la habitación se distrae
pegando hachazos a algo que tiene forma de cabeza. Mis náuseas cada vez son más
insistentes, pero se me olvidan por completo cuando oigo un golpe seco que
retumba en la habitación. No, no, no. Estaba tan concentrado en la escena que
me había olvidado por completo de Anna. ¿Cómo no acordarme de su claustrofobia?
Aquel espacio era realmente pequeño, apenas entraba de pie y maniobraba con
dificultad. Pero al que casi se le para el corazón es a mí, al descubrir que
desgraciadamente no era el único que lo había oído. Esa enorme masa de carne
con guantes y máscara manchados de sangre se acercaba a mí a gran velocidad.
Sin pensármelo dos veces cojo a Anna y la arrastro como puedo por aquellas
escaleras, cierro la puerta principal, la cargo en un hombro y empiezo a
correr. Menos mal que mis entrenamientos de atletismo han servido para algo,
pero debo delirar, cuando ese hombre aparece delante de mí y hace que caiga con
un golpe seco.
¿Qué demonios ha pasado? Me duele terriblemente la cabeza,
me va a estallar. Abro lentamente los ojos, cuando compruebo que estoy en el
suelo de la habitación y me incorporo sobresaltado cuando alguien con una voz
familiar entra dando gritos como un energúmeno. ¿Papá? Pero… Ah qué alivio ¿Se
trataba de un sueño? Qué idiota, parecía real ¿De verdad me he caído de la
cama? Evito reírme. Me había olvidado por completo que hace mucho tiempo que no
iba a buscar setas al bosque con mi padre, por lo que habíamos decidido ir hoy,
y al parecer llego tarde. Al salir de casa compruebo que una alegre Anna me saluda
desde su ventana, y también que una furgoneta bastante siniestra cruza la calle
a gran velocidad. Al llegar al bosque compruebo aliviado que la puerta, como yo
creía, no existe, hecho que hace que me ría.
Han pasado varias horas, ya es de noche y la luna amenaza en
lo alto. Cruzo el viejo puente de madera, y al volverme creo ver una enorme
puerta de hierro en la corteza de un árbol.
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